No se me caen los anillos al afirmar que, en lo que a finanzas se refiere, soy una auténtica analfabeta. Y no, no me refiero a temas pro como invertir en bolsa o incluso en criptomonedas. No. Para mí los bancos hablan en chino y desde que se digitalizaron, muchísimo antes de la pandemia, intento pisar entre cero y nada mi sucursal, por comodidad, sí, pero también por miedo a que me intenten colar algún «seguro», «comisión», «inversión», «plan de pensiones» o «plan de ahorro» en el que seguro, seguro terminaré perdiendo dinero. O esa, al menos, es la sensación continua que tengo.
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