A estas alturas de la jugada seguro que ya todos sabéis que formo parte de una colaboración en la realización de una serie de posts especiales centrados en «los alegres años 20» de Nueva York y seguro que también sabéis qué es un speakeasy, aunque quizás no os suene por este nombre. Los speakeasies eran los bares clandestinos que florecieron en el Nueva York de los años 20 para burlar la, por aquel entonces, implantada Ley Seca que prohibía la distribución y venta de alcohol. Haciendo cierto el dicho de que Cuanto más prohibido es algo, más se desea, la Prohibición tuvo el efecto contrario y potenció la creación de hasta 100.000 speakeasies ¡solo en Nueva York! Claro que llegar a ellos no era tarea fácil pues lo habitual era acceder a través de puertas secretas, contraseñas y/o apadrinamientos de clientes fieles. No eran legales y las penas estaban condenadas con fuertes multas, cierre del local y encarcelamientos a sus dueños. Con la amenaza de la policia federal al acecho, no era de extrañar que los camareros pidieran la máxima discreción a sus clientes, sobre todo en lugares públicos, llegándoles a pedir que hablaran suave, con calma y sin dureza (speak easy, en inglés, de ahí el nombre) Desconozco si a Lois Long le dio tiempo a ir a todos pero estoy casi segura de que sí fue a los que paso a mencionar en este post. Seguro que hay mil y una historias por contar en muchos otros speakeasies, pero estos fueron los favoritos de algunos de los personajes que me fascinan de esa época y por eso llaman mi atención:
Cotton Club – ¿qué se puede decir del speakeasy más famoso de Nueva York que no se haya dicho ya? ¡si hasta Francis Ford Coppola le dedicó una película con Richard Gere, Diane Lane y Nicholas Cage a la cabeza! El club se encontraba en Harlem, el barrio negro de Manhattan, aunque paradójicamente, los afroamericanos solo se encargaban de trabajar y actuar mientras que el cliente blanco consumía y se divertía con el espectáculo. Aquí es donde hicieron carrera grandes del jazz como Duke Ellington y donde actuaron bailarinas míticas como Josephine Baker, quien, a día de hoy, sigue siendo un personaje de lo más influyente dentro de, por ejemplo, el mundo de la moda, llegando a inspirar una colección entera de Prada en la primavera del 2011 gracias a su famoso look con la falda de plátanos.
El Cotton Club permaneció abierto durante toda la etapa de La Prohibición pero cerró en el año35 debido a las revueltas antiracistas y por ello se trasladó, un año después, a Broadway con 48th St. donde sigue abierto.
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21 Club – El 21 no tiene una película propia (o al menos no tan importante como la del Cotton Club) pero sí ha sido escenario de muchas escenas cinematográficas. Su fachada es inconfundible en películas como Wall Street, Los Asesinatos de Manhattan e incluso en Sexo en Nueva York. Este speakeasy escondía, en los años 20, una habitación secreta llamada la Bar Room que en realidad era como una bodega de vino a la que se accedía a través de una puerta secreta que se encontraba mimetizada en una pared de ladrillos y que daba acceso al edificio de al lado. A día de hoy, esta bodega sigue existiendo y además se encarga de almacenar grandes colecciones de vinos de celebridades como Elisabeth Taylor o Sofia Loren, pero en sus años clandestinos era lugar de culto de celebridades de la talla de Dorothy Parker*.
*Dorothy fue una escritora, humorista, guionista y poeta estadounidense que triunfó como crítica teatral y poeta ocasional para Vanity Fair y, más tarde, como editora de Vogue. Como en el caso de Lois Long, cuando se fundó la revista New Yorker, también pasó a formar parte de la plantilla al mismo tiempo que escribía y publicaba cuentos y poesía de manera independiente con gran éxito, muy buenas críticas y reconocidos premios.
El 21 Club tuvo que cambiar varias veces de ubicación debido a su condición de bar ilegal, y finalmente porque donde se encontraba, tras la Prohibición, se construyó el famoso Rockefeller Center. Su dirección desde entonces y hasta hoy que es la que da su nombre definitivo se encuentra en 21 West 52nd Street.
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Chumley´s Club – Si hay un matrimonio que se pueda catalogar de famoso en los años 20, sin duda alguna, era el que formaban los Fitzgerald. Francis Scott era un escritor de gran éxito y a Zelda se la considera como la primera flapper americana. Juntos formaban una pareja que, a día de hoy, nos sigue fascinando y, por tanto, sigue dando que hablar. Eran ricos, guapos y famosos pero su historia de amor estuvo envuelta de celos y peleas con un final trágico: él alcohólico y ella esquizofrénica. Pero tuvieron sus años buenos de diversión y desenfreno y el speakeasy donde era más frecuente verlos era el Chumley´s, el lugar que despertaba más simpatía por el sector literario. De hecho, los rumores dicen que él escribió gran parte de El Gran Gatsby en ese lugar.
El Chumley´s sigue estando en su dirección originaria (la 86 Bedford Street) aunque no tiene licencia como bar y solo se usa, por el momento, como lugar de visita en algunos tours literarios. Fue uno de los pocos speakeasies famosos que no necesitó cambiar de ubicación en parte, gracias, a su enrevesado laberinto de puertas y escaleras secretas. Además tenía dos puertas principales, pero, curiosamente, la policía siempre entraba por la misma dando tiempo suficiente a que los clientes salieran por la otra.
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300 Club – Mientras que los tres anteriores speakeasies eran regentados por hombres, el 300 lo abrió una mujer llamada Texas Guinan que llegó a ser llamada como la Queen of the Night Clubs (la reina de los clubs nocturnos), puesto que ella misma protagonizó una película con ese título que parecía una autobiografía. Fue detenida en varias ocasiones aunque siempre defendió que sus clientes llevaban su propio alcohol al club. El 300 tenía una clientela de lo más glamourosa y pudiente dado que algunas de las actrices de cine mudo más importantes del momento, como Gloria Swanson o Clara Bow, ambas consideradas como iconos fashion de la época, solían dejarse ver por él. Ella es el claro ejemplo que el levantamiento de La Prohibición no fue bueno para todos. Durante los años secos amasó una fortuna y se convirtió en toda una celebridad muy carismática. Pero su muerte y la del 300 así como otros speakeasies que ella misma había abierto, llegó un mes después del final de la Ley Seca.
El 300 se encontraba en 151 W. con 54th Street curiosamente a dos calles de Carnegie Hall, el edificio de artistas que fundó Edita Sherpman y donde actualmente reside el entrañable Bill Cunningham, donde, por cierto, el próximo 8 de marzo actuará la española Estrella Morente.